Era el Reinado escuela de convivencia social de disciplina ciudadana que permitía un honesto esparcimiento de todo el pueblo en las jornadas festivas celebradas entre los días de Pascua y Reyes.

 

  En muchas localidades de la provincia funcionaba la denominada “Sociedad de los Mozos” regida por preceptos tradicionales, no escritos en parte alguna, pero grabados en la mente de todos con caracteres indelebles.

 Los mozalbetes, cumplidos los 16 años, esperaban con impaciencia la festividad de la Purísima Concepción. Día en que después de pagar la cuartilla de vino, recibían el espaldarazo de sus paisanos para poder ser llamados con entera propiedad “mozos”. La ceremonia que acreditaba este nuevo título servía como entrada al Reinado de los nuevos mozos.

  Reunidos en una casa previamente elegida para celebrar en ella todas las asambleas de ese año, se procedía a la designación de cargos. Rey por derecho propio, era siempre el mozo de más edad. Presidía las reuniones y, previa deliberación con la “junta de gobierno”, tomaba todas las providencias necesarias para que todos los actos programados se llevaran a buen término. Sus mandatos debían ser cumplidos con exactitud matemática y los infractores eran castigados con una “pena”, consistente en abonar al fondo común una cantidad previamente estipulada.

 A un mozo de la entera confianza del Rey se le designaba “secretario-cajero”. A dos más se les confiaba el cargo de “campanero”, cuya misión consistía en citar a toque simple de campana a las reuniones generales de todos los mozos. De ser tañido con redoble, la asamblea trataba las cuestiones habituales.

 Dos “rancheros” se encargaban de recoger los donativos y preparar las vituallas para la gran comida de hermandad del día final. Por su parte, los “candiles” tenían como función procurar que las farolas de petróleo estuvieran siempre a punto.

 

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Reinado de los mozos

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